
Hoy decidí profundizar en el conocimiento de la liebre, el animal que para nosotros los ronderos representa algo respetuosamente mítico y codiciado al mismo tiempo. Si bien la liebre común y la liebre variable son sin duda los géneros más conocidos, primero hay que tener en cuenta que existen nueve géneros distintos de lepóridos en el mundo.
La característica más obvia que distingue a los lepóridos de todos los demás roedores es la presencia de dos pequeños incisivos ubicados en el arco dentario superior que se encuentran detrás de los dos incisivos grandes, típicamente en forma de cincel. Otras características importantes son el cuerpo alargado y estrecho, las orejas largas, los ojos grandes colocados lateralmente en la cabeza (característica que hace que el liebres presa fácil del cazador cuando vienen directamente hacia él, carecen de vista frontal).

Por último, no olvidemos las patas traseras que son muy largas en comparación con las delanteras, gracias a las cuales la liebre está dotada de una notable capacidad de arranque acelerado actuando las mismas patas como palancas a modo de catapulta. La difusión de los lepóridos por todo el mundo se ve favorecida por la alta adaptabilidad a las diferentes condiciones orográficas y climáticas de estos animales. Queriendo hablar de la liebre que mejor conocemos por ser la más extendida, la liebre común o El europeo sin duda ocupa un lugar de honor.
Sin embargo, es necesario mencionar brevemente, en primer lugar, a la liebre variable, típica de la fauna alpina. Debe su nombre a la capacidad característica de cambiar el color del cabello a medida que cambian las estaciones, que pasa del gris oscuro en los meses de verano a casi blanco en las épocas más frías del año.

Todo esto con el fin de favorecer el mimetismo que representa la mejor arma para escapar de los depredadores. Viniendo a la liebre común o europea, la que todos conocemos y cazamos, primero hay que señalar que es la liebre más grande que existe. Las liebres de los países de Europa del Este tienen un peso medio de seis kilos. Nuestros lei, en cambio, sobre todo los isleños, tienen unas dimensiones más reducidas, con un promedio de alrededor de tres kilos y medio.

Dependiendo del hábitat en el que se insertan, la tonalidad del color también cambia, que puede variar de marrón a gris a rojo y marrón, adquiriendo muchas tonalidades. En cuanto al desarrollo de los sentidos de la liebre, si, como ya se mencionó, la vista es solo lateral, precisamente por la posición de los ojos, la audición está muy desarrollada y el olfato excelente. En la próxima cita tendremos la oportunidad de profundizar en los hábitos de la liebre y las defensas que pone para defenderse de los depredadores.