Un “monopolio” de treinta años
Durante más de treinta años, la llamada “gestión ambiental y de la vida silvestre” ha estado en manos de un grupo político que tenía dos objetivos: complacer al poderosísimo lobby de las asociaciones ambientales y de derechos de los animales altamente subsidiadas; y reforzar el poder mediático de algunas asociaciones “verdes”, transformándolas en plataformas de lanzamiento político muy cómodas para tantos parlamentarios y senadores que resulta inútil incluso enumerarlas. Si bien es indudable que estos dos objetivos se han logrado brillantemente, es igualmente claro que este "monopolio" de treinta años ha producido un daño monstruoso para todo el ecosistema italiano, devastada por poblaciones anormales de especies exóticas y oportunistas y por un número descontrolado de jabalíes, ciervos y bóvidos que se reproducen sin ser molestados en las innumerables áreas protegidas y luego realizan incursiones devastadoras en detrimento de una agricultura en creciente dificultad.
La cuestión del lobo
Por no hablar de los lobos, que ya han superado el monstruoso e insostenible umbral de las cinco mil cabezas y que vagan por las grandes ciudades para alimentarse de presas convenientes como perros, gatos domésticos y animales de granja. Todo esto, bajo la mirada complaciente y obediente de unos medios de comunicación que destacan por su gran desconocimiento en materia de vida silvestre. Una ignorancia científica tan grande que no permite comprender que fue precisamente la falta de pragmatismo técnico y de valentía lo que produjo un desequilibrio devastador entre las especies animales con la destrucción ahora casi irreversible de la tan invocada biodiversidad que ciertamente no se pone en riesgo con la caza que, por el contrario, podría desempeñar, como sucede en la gran mayoría de los países europeos, un papel indispensable de control.
Desregulación
Las barricadas que se están erigiendo dentro de este poderosísimo universo animalista-ambientalista están demostrando que, desgraciadamente, todavía prevalece una visión ideológica sobre los complejos problemas que se originaron y alimentaron precisamente por una miopía técnico-científica que ha causado enormes daños. Y los gritos de indignación contra la pretendida (e inventada) desregulación, que pondría en peligro la fauna silvestre en el delicado período de nidificación y cuidado parental, suenan falsos si se piensa que el repugnante Plan de Control de las palomas torcaces (que podrían ser sacrificadas desde abril al 15 de septiembre), fuertemente apoyado por una izquierda regional que hace guiños a algunas organizaciones agrarias, no se ha dignado ni siquiera mirarlo fijamente ni siquiera una pizca de crítica, salvo (tardíamente) y sólo por parte de ENPA, que evidentemente se ha quedado atónita ante nuestro valiente llamamiento presentado al TAR. Nosotros, de Libera Caccia, mientras aplaudimos el coraje de la ministra Lollobrigida y del Gobierno, agradeciéndoles su coherencia, reiteramos que el verdadero ambientalismo necesitaría muchas cosas, pero no el fanatismo ideológico y talibán de los activistas por los derechos de los animales y de los veganos (Paolo Sparvoli, presidente de ANLC).