A simple vista, mi atención es capturada por las siluetas negras de dos jabalíes que emergen del bosque en la colina de arriba. Inmediatamente arriba, a unos metros de ellos, vislumbro un corzo, que a primera vista parecía un macho, pero no me da tiempo para profundizar en mis conocimientos. Un tercero se suma a los dos jabalíes, seguido de varios jóvenes. Me sentiría tentado a intentar acercarme al corzo de allá arriba, pero la presencia de jabalíes cerca y el viento imperceptible pero desfavorable me hacen desistir. Esperaré, esperando que las huevas se acerquen. Sigo lloriqueando a 360 grados pero mi mirada siempre se siente atraída por el punto donde vi al corzo. La luz comienza a desvanecerse, son las 21.10 p.m. "Ahí está!Pina vio al joven macho, que mientras tanto ha ganado el campo que presido. Lo compruebo bien desde el punto de vista: ¡es la prenda que estaba buscando!
Tumbado en el fardo de heno pongo la cruz sobre el corzo: es increíble cómo me pareció detenerme justo antes cuando intentaba apuntar los jabalíes a 470 metros y lo inestable que es ahora que tengo el corzo al alcance. . Sin darse cuenta de mi emoción, el joven macho comienza a pastar. Un paso tras otro se acerca cada vez más. 130 metros. Yo manipulo el Blaser. 120 metros. Me tiemblan las piernas y ... la celosía. Intento regular mi respiración y hago un par de exhalaciones profundas. Ya está mejor. El soporte es perfecto todavía, no me avergüenza admitir que la cruz de la celosía sigue temblando. Me vienen a la mente las palabras de mi amigo Franco "Si ese no fuera el caso, ¡dejaría de cazar!”Me dice, cuando me dice cómo la celosía tiembla en él también cuando su cabeza está dentro del alcance. Hay personas que se enorgullecen de su frialdad y su capacidad para controlar la tensión cuando están a punto de disparar a un animal. Bueno, me gustaría decirles: ¿pero entonces quién te hace ir a cazar, si dominas las emociones y no al revés?
El objeto de mi inquietud todavía está allí, pero ahora está en su punto máximo. Apariencia. Temo que el viento adverso le advierta de nuestra presencia y siento en mí la urgencia de concluir la acción de caza. La espera, sin embargo, está surtiendo efecto: en los pocos segundos que pasan y que me parecen horas, siento que el apoyo se vuelve cada vez más estable. Ahora el hueva se ha vuelto y me ofrece su hombro, pero sigo esperando: lo quiero como una postal. Las ráfagas de viento que soplan detrás de mí me alarman, pero mi racionalidad prevalece sobre el instinto y se ve recompensada: ahora el corzo es perfectamente como una postal. El dedo índice se acerca al gatillo sensible y decide por mí iniciar la bola de 7 × 64. Un rugido me saca de mis pensamientos. Las huevas se derrumban sobre sus patas y la adrenalina comienza a disminuir lentamente. Esperamos un poco antes de llegar. Con el canto vespertino de las cigarras aún en mis oídos, aquí estoy acariciando al joven elfo, agradeciendo a la Naturaleza este enésimo regalo.