La liebre puede encarnarse con diferentes métodos de caza, pero solo se caza con el sabueso. Las preferencias en el uso del sabueso, por parte de los cazadores, siempre han sido motivo de discusión, por tanto, relacionado con sus vivencias y el terreno en el que se encuentran cazando.
¿Con más método o con más iniciativa?
El estilo de trabajo entre las razas de perros es diferente y las características de trabajo están relacionadas con las que el cazador considera más adecuadas para su territorio de caza. Todo sabueso debe poseer las aptitudes necesarias para cazar liebres de forma rentable: pasión por la caza, olfato y sobre todo inteligencia.
Estos componentes esenciales están escritos en su composición genética, mientras que el conocimiento del comportamiento de la liebre vendrá con entrenamiento y experiencia. Más allá de que la prensa especializada nos pueda educar con sus publicaciones, el sabueso se mide con las acciones que logra realizar. El mejor partido será el que normalmente concluya el pase largo con el scovo. No confundirse, como suele suceder, con los sabuesos que marcan la falta, porque un sabueso que tiene dificultad para salir del prado nunca será un buen acercamiento. No necesitaremos la confirmación de un juez para saber la mejor manera de realizar una persecución. Tanto para los perros más lentos como para los más rápidos, la diferencia será la frecuencia con la que atraviesan a la liebre. Si una liebre adulta vuelve al puesto donde antes estaba friendo, puedes estar seguro de que estás tratando con un gran perseguidor. De hecho, significa que la liebre le tiene tanto miedo a nuestro perro que se enfrenta, una vez más, al lugar del disparo para escapar de él. Para el gran perseguidor, sin embargo, la excepción es el momento en que no pudo perseguir. Recientemente, en una revista especializada, un sabueso francés analizó los diferentes tipos de usta que revelan los sabuesos: el frío, el realista y el ultrarrealista, este último según él, es buscado solo por el gran sabueso. Estamos bromeando ¿Debería el sabueso solo tratar el látigo reciente en el cobertizo, como lo hacen algunos que solo se aplican con aliento fuerte donde todos los perros son buenos? Podía contar innumerables episodios de caza en los que mis sabuesos, partiendo de una pista fría, tras largas combinaciones, llegaban hasta ella. Siempre los mismos, con rapidez, que encontraron cuando atacaron cerca de la guarida. El trabajo del buen sabueso es revelar dónde está el olor y aplicarlo en consecuencia. La capacidad de saber evaluar la ATA lo lleva a resolver situaciones aplicándose de otra manera. Puede concentrarse en el punto o investigar un poco, insistiendo en los puntos en los que su experiencia le hace creer que puede volver a adjuntar el pasado. Con experiencia no se calentará demasiado donde pastaba y comprenderá que, cuando la liebre va a recuperarse, no se detiene como en el pasto, sino que deja un paso más ligero. La nariz "poderosa", guiada por la inteligencia, siempre tendrá una ventaja, pero esto no es suficiente. Cuando un sabueso resuelve una falta difícil, se nos hace pensar que se debe únicamente a su poder olfativo. En mi opinión, esto también se debe a la madurez y concentración del perro que, al máximo de su aplicación, le lleva a comprender el comportamiento de la liebre. En estas circunstancias, el papel que juega la memoria de las experiencias vividas es decisivo. En tales circunstancias, la evaluación que el sabueso puede dar a la detección del látigo puede ser más importante que el sentido del olfato en sí. En el coto de caza de nuestros Apeninos se pueden encontrar principalmente sabuesos italianos y lepraioli (sabuesos de los Apeninos, ahora una raza reconocida) descendientes de los perros del pasado. Durante más de cuarenta años he practicado la caza de liebres con sabuesos y he tenido excelentes ya sean conejos liebres de nuestra zona, o sabuesos italianos de una selección seria. Su estilo de trabajo es generalmente diferente: el sabueso italiano es más implacable, tanto en el seguimiento del paso como en la persecución, en nuestra jerga "cane di passata". Más apresurada y más seca de voz, y con marcada iniciativa, la liebre, en nuestra jerga "perro crujiente". Cada tipo de sabueso debe saber profanar el camino para ir a la madriguera, aplicándose con los diferentes estilos de trabajo de su raza. En los Apeninos la presencia de la liebre es escasa y un houndista no puede evitar prestar especial atención a la combinación, que debe terminar con el descubrimiento.
El maridaje de "passata", que yo personalmente siempre he preferido, es ese tema que se mueve por la línea del pasado con orden y tenacidad.
Es un auxiliar reflexivo, capaz de identificar rápidamente la dirección correcta, y su voz es una expresión de la evaluación del olor. Insiste en la solución del falo, rastreando cuidadosamente las inmediaciones y aprendiendo con la experiencia a ensancharse en círculos cada vez más grandes. Solíamos decir que un sabueso empezaba a "ser bueno" cuando "trabajaba en el jardín". Queríamos decir que un perro era válido cuando, para solucionar una falta, hacía un círculo. Con condiciones favorables para oler se vuelve implacable para la liebre. En cambio, muestra características negativas cuando tiende a volver sobre sus pasos, mostrando poca capacidad para descifrar el significado de la usta. Dejo a los teóricos la creencia de que el sabueso puede llegar patada tras patada de liebre, como si fuera un alambre sin interrupciones. Un sujeto sin iniciativa es como un "medio perro". De hecho, el perro atado a la pista nunca será un buscador, incluso cuando esté dotado de un excelente poder olfativo. El sabueso de los Apeninos, o lepraiolo, desciende de aquellos perros que estaban acostumbrados a trabajar el instinto, la memoria y el placer del bosque. Auxiliares que ignoraron casi por completo el acercamiento y, familiarizados con el territorio, buscaron la respuesta. En ese momento eran valorados, no por su morfología, sino por las habilidades demostradas en el coto de caza. Eran los favoritos de los cazadores en nuestro campo, ya que cazaban de forma rutinaria en la misma zona y el trabajo convincente en los campos no les hizo perder el tiempo. Hoy una cuidadosa selección ha salvaguardado algunas cepas y las ha hecho más completas. Hablando con amigos que cazan con la liebre, generalmente inteligentes en respuesta, no tienen dificultad en admitir que lo mejor que recuerdan fueron los que supieron abordarla. Este sabueso, en nuestra jerga "susurrante", está menos atado a la pista, que utiliza como orientación simple. Es un perro de voz más seco y, ante un enredo en un cebo o un falo, astutamente intenta comprender el comportamiento de la naturaleza y superarlo, yendo a meter la nariz, con conocimiento de los hechos, en el puntos donde será más probable que se reanude la pista. Al trabajar más con la intuición, no siempre llega a la salida de un falo y por ello lo veremos regresar varias veces al punto donde no se ha resuelto. Con un sabueso de este tipo, puede suceder que, incluso cuando la solución esté próxima a resolverse con una minuciosa búsqueda olfativa, su instinto le lleve a expandirse. Algunos sabuesos nos engañan por su pasión por la búsqueda, pero esto es insuficiente para encontrar la liebre: el sabueso "ocupa poco lugar" como decía nuestra vieja liebre. Para que el sabueso pueda llegar a la guarida de la liebre, debe trabajar sobre un águila sujeta a alteraciones atmosféricas, que pueden disminuir o favorecer su percepción. La experiencia, aunque importante, no puede compensar la inteligencia del sabueso que, para ser completo, una vez que ha llegado en respuesta debe ser capaz de encontrar. Quienes dudan de la existencia de la respuesta muestran sal de perrito, porque es precisamente a partir de este comportamiento particular de la liebre que el que la encuentra comprende que está cerca de la naturaleza y busca la guarida de esta. Los sabuesos completos como los que pretendía describir son raros, pero el cazador que ha tenido la suerte de tenerlos los recordará de por vida y serán referencias válidas para aquellos a los que tendrá que entrenar y juzgar más tarde. La destreza de un sujeto se destaca en la solución de faltas porque incluso un sabueso mediocre logra subirse a la liebre en un pase que no presenta dificultades. En cambio, es precisamente cuando está ocupado resolviendo una falta difícil, y no le ayuda el olfato, de lo contrario daría voz, que muestra su inteligencia, elemento que en toda práctica de caza marca la diferencia. Sin embargo, un buen sabueso puede lograr excelentes resultados, haciendo que varios sujetos trabajen juntos, de esta manera, de hecho, puede obtener del grupo aquellas cualidades que el extraordinario perro posee por sí solo. En los noventa, flanqueé a una hembra adulta con un cachorro de nuestros Apeninos. Un "joven" prometedor que desde los primeros meses mostró una gran pasión por la caza. Ya en el primer año se encontró con casi todas las liebres de la temporada, tanto que estábamos bajo la ilusión de tener un fenómeno en nuestras manos. Su andar contradecía un dicho que la vieja liebre repetía a menudo: "la liebre no tiene prisa". Al año siguiente esa hembra falleció, pero durante el período de entrenamiento logró perseguir a las mismas de las liebres y nos dio esperanza. Una vez que comenzó la temporada de caza y desaparecieron las liebres fáciles, no hicimos nada más. Habiendo conocido al águila, su pasión lo llevó a rebuscar por todas partes, pero nunca logró llegar a la guarida de la liebre. Para superar esta desventaja solo había que intentar volver a poner a otra persona a su lado, para recrear las condiciones laborales del año anterior. En lugar de optar por la solución más segura, decidí llevarlo solo durante la temporada de caza y, finalmente, alcanzó la madurez antes y más de lo que esperaba, y supe que sería un gran perro. Se calmó y empezó a tener en cuenta el pasado. Cazando en un territorio que conocía bien, lo llamé muchas veces donde asumí que había dejado la liebre: sus aciertos y su inteligencia hicieron el resto. Al año siguiente me uní a él con un sujeto con características laborales ligeramente diferentes (era más que en el pasado) y formé una de las mejores parejas que he visto trabajando. Eran sujetos en la cúspide de la excelencia, diestros en el trabajo tanto en pareja como en solitario. Esta experiencia, como otras similares, me convenció de lo fundamental que es también el entrenamiento individual porque, si lo hubiera apoyado con otra asignatura capaz de evitar el pasado, lo habría hecho como antes pero ciertamente no habría tenido la experiencia que lo convirtió en un gran sabueso.
Ahora volvamos a tiempos un poco más recientes. Hojeando las páginas de mi diario, encontré algunos días que me parecen significativos. Los propongo de nuevo como los escribí, sin florituras ni adornos.
«2 de septiembre de 2009» Durante el período de entrenamiento, junto con un querido amigo, salí con los perros en Romaña. Un perro mío hizo una excelente yuxtaposición y una gran persecución, mientras que los perros de mi amigo criaron tres liebres en persecuciones aceptables en el mismo período de tiempo, teniendo en cuenta que apenas estamos comenzando. Su honestidad lo hizo adorar el trabajo de mi perro, pero si la caza hubiera sido abierta, su bolsa de juego habría sido más gorda que la mía. Bravo Guerrino, nuestra pasión va mucho más allá de la bolsa de juego ». 16 de noviembre de 2009 Se ha visto varias veces una liebre en el borde de las últimas casas del pueblo, en la carretera que conduce a las casas de la colina. Yo también la conocí a las afueras de la puerta de mi casa. Siempre he preferido cazar liebres en otros territorios, pero anoche me encontré con Antonio en el pueblo y, aunque no era mis planes ir a cazar esta mañana, hablando con él decidimos intentar cazar esa liebre. Para cubrir mejor el área, se necesitaría otro estacionado en la cima de la colina, justo en el borde de la reserva. Por eso llamé a Franco, que también estará en el juego. Como fue una mala temporada para las liebres, esta también ha cazado equipos de liebres. Una lechuza de "aldea" mientras se encuentra en el borde de las casas. A pesar de tener perros válidos, los que lo han intentado no han podido encontrarla, por lo que no creo que sea una liebre fácil. Cuando la ley de caza lo permitió, esta era una zona frecuentada por cazadores locales. Salieron a pie y soltaron a sus perros tan pronto como pasaron las últimas casas. A menudo encontraban la liebre en el bosque del Pieve o en la loma que sostiene el camino, ahora asfaltado. Cuando el día está bien hecho, sin escopeta, me disuelvo en el viñedo y el sabueso no tarda en encontrarse. Por lo que dice es un buen pasado y va bordeando el viñedo río abajo, por el camino que pasa a pocos metros de las casas del pueblo. El perro avanza con seguridad: lo veo hacer una pausa, el pase se ha detenido, con un círculo cuelga a lo largo de una fila y va hacia arriba. La liebre vagó de una fila a otra hasta llegar a la carretera, también asfaltada, que pasa por encima de la viña. Una pequeña cresta separa este camino del que pasa justo arriba. El perro que llegó aquí toma una corta distancia y regresa. Lo veo olfateando todos los caminos que han hecho los corzos al cruzar esta loma. Hace una pausa, emite un scagno, se mete en la tierra: ha encontrado donde la liebre dejó el camino. La actitud del sabueso se vuelve circunspecta, cree que está en la liebre. Lo observo de cerca: da unos cuantos scagni y la cabeza busca en alto todas las grietas donde podría haberse agachado la liebre. Cuando entra en una pequeña mancha verde de la villa creo que está a punto de salpicar, pero nada. El perro pasó calle arriba. Subo la cresta y lo veo haciendo el costado del camino. Ha llegado al estacionamiento de la villa, pero no ha colgado y está caminando de regreso. No intentaré hacerle insistir en esos puntos, vi cómo los tamizaba y tengo fe en el gran buscador: me ha demostrado varias veces que es listo y no puede haber dejado allí la liebre. Aguas arriba hay un camino que lleva a una casa, también hace un tramo de esta pero no cuelga. Al regresar a la carretera lo veo detenerse cerca de la intersección; aquí, sobre el muro, está la red de un pequeño recinto abandonado. Retroceda unos metros, parece haber detectado. Simplemente está moviendo la cola, sube por la pared y entra en este recinto. Pasados unos diez metros, vuelve a empezar a darle voz; No tengo dudas, será cuestión de poco y la liebre tendrá que salir de la guarida. Después de un rato escucho el grito del explorador. Viene hacia mí, pero a unos cincuenta metros se desvía hacia arriba y pasa a otro agujero de la red que está aguas arriba. La canizza es segura y estimulante, no tardo en escuchar los disparos de Franco en la cima de la colina. Un buen disparo acaba con la vida de este astuto asaltante. Es una liebre vieja que eligió este lugar para recuperarse. Solo un sabueso hábil, trabajando con la máxima concentración, logró encontrarla, sin dejarse engañar por la falsa respuesta que había dado en la loma debajo del camino. Es un momento en el que el perro ha demostrado su valía.
Texto y fotografías de Antonio Becchi
… Leer el artículo en formato PDF extraído de DIANA N ° 8/2010