El análisis de las fuentes.
El domingo 17 de noviembre, se emitió en RaiTre otro ejemplo más de propaganda por los derechos de los animales disfrazada de periodismo de investigación. El reportaje televisivo, firmado como es habitual por Giulia Innocenzi y difundido por Informes, ha suscitado un animado debate sobre la cría intensiva de cerdos en Italia. En el centro de la polémica están las imágenes presentadas como evidencia de presuntos malos tratos. Sin embargo, un análisis más cuidadoso de las fuentes y contextos plantea dudas sobre su autenticidad y su uso. Un punto crucial se refiere a la procedencia y edición de las imágenes. No sólo fueron tomadas de tres fincas diferentes, sino que algunas incluso datan de hace varios años. El uso de este metraje, descontextualizado y mostrado como si fuera actual, plantea dudas sobre la intención detrás del reportaje.
Manipulación visual
Además, muchas de estas imágenes fueron creadas por los propios ganaderos para enviarlas a los veterinarios, con el objetivo de mejorar el bienestar animal. En un caso específico, las imágenes mostraron una granja el día después de que un tornado causara grandes daños, incluida la presencia temporal de amianto. La finca fue renovada poco después, pero este detalle no se mencionó. Se trata, por tanto, de un claro ejemplo de manipulación visual y narrativa. Quienes trabajan en el sector porcino saben que pueden ocurrir imprevistos, como la muerte de un animal durante la noche. Los ganaderos siguen protocolos precisos: los cadáveres se retiran a la mañana siguiente, respetando la normativa y garantizando la higiene y la seguridad. En el caso mencionado, la tasa de mortalidad súbita se sitúa en el 2%, cifra que representa un récord positivo a nivel europeo y que confirma la atención prestada a la salud animal.
Sin irregularidades
Sin embargo, estas "investigaciones" intentan normalizar situaciones excepcionales, ignorando los frecuentes controles de las autoridades competentes, como la NAS, que inspeccionó una de las explotaciones implicadas sin detectar irregularidades. Una narrativa, la del reportaje, que parece orientada más a la indignación emocional que a la información. En realidad, nada nuevo. No menos importante es la cuestión del tiempo transcurrido entre la creación de las imágenes y su difusión. ¿Por qué este metraje, incluso de hace cinco años, permaneció sin usarse durante tanto tiempo? ¿Será posible que hayan sido preservados estratégicamente para ser explotados en el momento adecuado, creando sensación mediática? El manejo de este material y la forma en que sale a la luz plantea dudas sobre la transparencia de las organizaciones de derechos animales. Y quién les proporciona cierta información.
Preguntas más amplias
En este contexto, Assosuini se perfila como la única asociación dispuesta a decir la verdad sin filtros. Con datos en mano y un enfoque transparente, contrasta con una narrativa a menudo ideológica. No sorprende, por tanto, que su visibilidad moleste a muchos, tanto dentro como fuera de la industria. Para quienes critican a la asociación, no sólo es inquietante el contenido de sus denuncias, sino también el hecho de que exista una voz autorizada capaz de romper el coro unánime de desinformación. El asunto en cuestión no sólo concierne al destino de las granjas porcinas, sino que plantea cuestiones más amplias sobre la relación entre información, ética y realidad. Los lectores, espectadores, trabajadores de la industria y agricultores tienen la tarea de discernir entre quienes trabajan para mejorar y quienes utilizan estrategias sensacionalistas para promover sus propias agendas. Assosuini seguirá su camino de correcta información y denuncia de que, como debe ser, quienes no producen según las reglas no pueden ni deben formar parte de determinadas realidades. Como el de los Consorcios. Pero pronto volveremos a este debate, que en nuestra opinión merece mucha más atención que el habitual reportaje sobre los derechos de los animales (fuente: Assosuini)