
"Plátanos, galletas, juguetes, pañales. No debería faltar nada, por si acaso ...". "No te preocupes, no te llamo excepto para emergencias reales, sé lo valioso que es un viaje de caza para ti”, Simona me despide sonriendo mientras da la bienvenida a los niños a su gran casa en la colina para darnos a Vincenzo ya mí la oportunidad de finalmente ir a cazar juntos. Cuando la puerta se cierra detrás de nosotros, ya me estoy atando las botas, saboreando el sabor de la libertad.
Para la ocasión decidimos desempolvar un replanteo querido por mí, que me ha dado varias aventuras en el pasado, excelente para esta temporada porque la hierba aún no se ha sembrado y la exposición al este nos regala cálidos rayos desde los hombros que Ilumina hasta tarde el estrecho desfiladero al pie del cerro.

Discutimos como de costumbre con Vincenzo sobre cuál es la mejor posición entre los distintos objetos, cada punto descubre una nueva vista pero pierde inevitablemente algunos parches de césped. Disparas de arriba a abajo, con total seguridad y en posición tumbada, así que nos acomodamos y nos ponemos los prismáticos. La distancia desde aquí hasta el borde de la zanja en el fondo es de unos 200 metros, por lo que no es necesario utilizar binoculares para interceptar al corzo. Pero los campos a nuestro alrededor se extienden por kilómetros y el ojo anhela encontrarse con las siluetas de los pequeños ciervos que salpican las colinas distantes, estudiando sus movimientos, y así deambulamos un rato mirando 360 grados en este montículo bañado por el sol. De vez en cuando echamos un vistazo hacia abajo, de donde suelen salir los animales tras haber atravesado el espeso bosque que abraza el cerro. Nada. El sol a nuestras espaldas baja hasta tocar el horizonte, sus rayos rojos hacen vibrar las nubes en forma de cinta y nos envían el último tenue calor de la tarde de principios de enero.

Se acerca el momento adecuado, prometiendo en la primera oscuridad de la zanja que nos enviará al codiciado elfo. Espero una clase cero, pero dada la rareza de mis lanzamientos ya sé que no me detendré frente a una hembra adulta si es necesario. Un macho emerge del bosque. Parece nervioso no se detiene a curiosear. Con paso decisivo se dirige hacia lo alto del montículo que tenemos enfrente. No ha pasado por la acequia llena de zarzas como suele ocurrir, y no parece querer bajar. Una hembra los sigue en breve. Ella también hizo esta ruta inusual y se detuvo en la colina opuesta, sin saber si subir o detenerse. Vincenzo telemetría el corzo a casi 300 metros, me da la información y nunca esperaría que me preparara para el disparo. Con calma pensamos en qué hacer. Me siento cómodo probando el tiro, el rifle es preciso y calibrado, la óptica confiable, el bípode bien colocado, estoy cómodo y extrañamente tranquilo…. en este momento. Hago el salto mortal en la óptica sin encender el punto rojo porque la luz sigue siendo suficiente.

Con 16 aumentos estoy cada vez más persuadido de que es delgado (¿tal vez la niña que me vio en agosto y huyó hizo que el guapo macho al que había apuntado huyera dos veces?). Ahora está a 270 metros. Vincenzo, consultando la tabla de balística, me sugiere los clics para dar. Giro el anillo sin mover el visor y ahora que todo está listo siento una ola de emoción que sube desde mi estómago para sabotear la sangre fría que he tenido hasta ahora. Antes de ceder y sobre todo antes de la voltereta decide pasar de la posición perfecta con la que ahora me ofrece el blatt, aprieto el gatillo, y la música casi olvidada por el querido Blaser me hace cosquillas en el oído que por unos segundos empieza a pitar.

La joven hembra se desploma inmediatamente de costado sin ningún otro movimiento mientras el macho huye hacia lo alto del montículo desapareciendo de nuestra vista. Nos apresuramos hacia los restos del salto mortal después de unos diez minutos, con cierta preocupación dada la hora que se convierte en oscuridad. Tanto Vincenzo como yo estamos felices y satisfechos no solo por el resultado de esta salida, un animal tomado de manera impecable con un disparo respetable, sino sobre todo porque por una vez no nos contaremos de esta hermosa aventura porque después de mucho tiempo. lo tenemos finalmente convivimos juntos.
Demasiado trivial