La temporada de caza ahora se prepara para entrar en sus semanas más hermosas, las invernales, en las que el crujido de las hojas secas ahora cubiertas por la escarcha acompañan el paso del cazador en el bosque. Una reflexión requiere la atención de la sociedad en su conjunto, no solo de los cazadores. Caza en Italia es una de las actividades más reguladas. Ser cazadores implica ser ciudadanos honestos, con un certificado penal absolutamente blanco, una mínima sospecha por parte de las autoridades o una denuncia, incluso infundada, de un tercero permite revocar la licencia. Significa pagar cientos de euros cada año, incluidas renovaciones, ATC, seguros, autorizaciones.
A pesar de ello, la opinión pública no solo no aprecia nuestro trabajo, sino que incluso criminaliza nuestra pasión degradándola a una actividad éticamente incorrecta, rayana en lo ilegal.
Pero, ¿alguna vez pensaste en lo que sucedería si todos dejáramos de cazar durante un año?
¿Hemos pensado alguna vez en la invasión de plagas que a menudo causan daños irreparables a los cultivos que todavía representan una parte importante del producto interno bruto nacional en la actualidad? Nunca abrió honestamente los ojos al problema de verracos, ¿quién ha perdido ahora todos los aspectos de lo salvaje y se come nuestros productos en la puerta? Quizás nos llamarían y pagarían para controlar el crecimiento exponencial de los animales salvajes y, por tanto, de los daños consiguientes) que se crearían.
Es muy fácil criminalizar lo que no conoces y con lo que no entras en contacto a diario, si no en la televisión o en la pantalla de un PC. Las reglas que rigen la caza con demasiada frecuencia los realizan quienes no tienen contacto directo con la naturaleza y el medio ambiente en general. Por aquellos que viven en una ciudad, donde en el mejor de los casos solo pueden sobrevivir las palomas domésticas.
laItalia nació y se mantiene un país rural, donde tradiciones como la caza, aún arraigadas en algunas zonas, nacen como respuesta a necesidades concretas de gestión de la vida humana y del entorno en el que se ha adentrado. Estoy convencido de que si fueran los ciudadanos los que tuvieran que pagar los daños causados por el jabalí y el corzo a los viñedos y cultivos, y no los ahorros de los cazadores, entonces quizás se le daría un mayor respeto a una actividad que juega un papel importante. papel fundamental en el mantenimiento de un equilibrio del ecosistema que de otro modo estaría fuera de todo control.