caza - A veces, cuando haces los cálculos te equivocas o si das una interpretación incorrecta de ellos y si miras de cerca esos números, algo no cuadra.
Somos conscientes, y no es la primera vez que lo decimos, que incluso una sola víctima, un solo lesionado, sobre todo si se produce por una mala o incorrecta aplicación de los principios de seguridad, es una derrota para todos. .
Pero somos igualmente conscientes, como todas las personas dotadas de razonabilidad y no condicionadas por prejuicios ideológicos, de que cualquier actividad humana, incluso la aparentemente más segura, incluso estando entre las cuatro paredes del hogar (y no es casualidad que las muertes de origen doméstico Los accidentes son los más numerosos en números absolutos, incluso superiores a los laborales), implica un porcentaje de riesgo que se puede reducir, pero no eliminar por completo.
En esto llevamos años trabajando, y aunque todavía queda mucho por hacer, informar y sensibilizar a los profesionales sobre las actitudes correctas a mantener al manejar una escopeta, este compromiso constante ha dado lugar a resultados, es decir, a una disminución de la número de víctimas y de accidentes también detectados por asociaciones anticaza, aunque más graves, que son un estímulo para continuar por un camino que ha demostrado ser el acertado.
Dicho esto, y reiterando que incluso una muerte es demasiado, no podemos dejar de subrayar que los 16 accidentes mortales entre cazadores esta temporada y 1 entre no cazadores así como las 61 heridas detectadas con la atención habitual nuevamente este año por el CNCN y las Asociaciones de Caza, son cifras muy distintas a las que los más inescrupulosos hacen llegar a centenares, muy generalizadas en estos días. Cifras que solo se pueden alcanzar -pero después de años al menos logramos que lo declare expresamente- contando, por ejemplo, también enfermedades que pueden afectar a cualquier persona en cualquier lugar, desde el estadio hasta la butaca de casa.
Dado que estos datos se utilizan para crear alarmismo social y dirigir la opinión de los italianos, concluimos recordando que en estos días Eurispes presentó el Informe Italia 2016, un punto de referencia apreciado por académicos, instituciones, el sistema de información y los observadores internacionales, que ciertamente nadie puede acusar a nadie de estar predispuesto a la caza.
El informe destaca que los italianos que se oponen a la caza son los 68,5%, cifra que los anti-cazadores subrayaron abundantemente en apoyo de sus campañas. Sin embargo, olvidan decir con igual énfasis que el porcentaje de oponentes el año pasado fue un 10% más alto. Por tanto, un descenso de contrarios que no parece subestimarse y que obviamente significa que a pesar de todas las campañas y equipos, los italianos se han dado cuenta de que la realidad de la caza y de quienes la practican es muy diferente a la que quieren contar.
Ante unos días de caza, estrictamente regulados y sostenibles desde el punto de vista científico, los cazadores italianos se comprometen a diario con la protección de la biodiversidad, gestionando el territorio, el medio ambiente y la fauna, protegiéndose de la caza furtiva, operando al servicio de las administraciones públicas gratis en operaciones de control y restauración ambiental, al servicio de la ciudadanía y colmando los vacíos que deja en este sector la reforma de las provincias y la reorganización de los cuerpos policiales provinciales, en lo posible con el mayor compromiso. Personal, horas de trabajo, incluso compromiso económico, que representan cifras importantes. Pero estos, los anti-caza, que también los conocen, no los dicen.