El mejor mes para la caza de liebres es quizás noviembre: esto no solo se debe al clima, generalmente caracterizado por temperaturas muy bajas, que facilitan el olfato de la liebre. sabueso, pero también porque al final de la temporada es más fácil para las liebres más astutas mantenerse con vida, aquellas que lograron escapar las primeras semanas de septiembre, cuando la presión cinegética es alta y el número de animales salvajes elevado. Con el inicio del otoño y la progresiva apertura de la caza del jabalí, que ahuyenta a los que acuden a caza de liebres sólo por unas semanas, las más fáciles, pero también las que dan menos satisfacción en cuanto al trabajo ofrecido por los perros, los cazadores sinceros empiezan a divertirse de verdad en esta disciplina.
Es fácil cazar la liebre solo las primeras semanas de caza y abandonarla cuando solo quedan los animales más astutos, astutos e igualmente emocionantes. La caza real, aquella capaz de darnos sensaciones imborrables, impresa en la mente del sabueso como tinta en una sábana blanca, comienza con la primera helada, con el crujido de hojas secas bajo las botas, con el frío que se mete en tu huesos pero ahí está la pasión que calienta el alma. Con largas combinaciones que parecen no acabar nunca, cuando entonces, de repente, sale la liebre como del sombrero mágico y comienza una continuación infinita. Esos días en los que caminar durante horas no parece suponer ningún esfuerzo. Esos días en los que llegas a casa por la noche, con la chimenea encendida, las emocionantes historias para compartir con los amigos, el aire caliente en el coche como máximo para secar la ropa.
Il houndismo cierto es eso hecho de espera, paciencia, silencio, mañanas frías de invierno en las que tan solo presenciar el trabajo del traje es motivo de orgullo para la canettiere. Aquellas mañanas en las que el proceso de avanzar por el suelo, acercarse a la liebre, se puede dibujar en una hoja, porque es preciso, milimétrico, razonado.
Le liebres Septiembre mueren a menudo ante trabajos modestos, debido a la falta de esos trucos que permiten que solo los más astutos se salven el pellejo. Pero solo se debe matar una liebre debidamente cazada. ¿Qué lección podría enseñarle a un joven sabueso disparar una liebre en la guarida?
¿Y qué emociones podría dar al canettiere? Se trata de los animales perseguidos durante media mañana, perseguidos mientras haya aliento del fiel compañero de caza, que a su regreso parece emanar calor del cuerpo tónico, desvaneciendo el aire frío del bosque, para quedarse grabado en el hounder's. equipaje cultural.
El disparo debe entenderse como un acto final y eventual al final de un trabajo digno de un sabueso, realizado de acuerdo con la observancia de las clásicas cuatro fases.