Salir a cazar por primera vez es un poco como experimentar esa famosa "primera vez". Las emociones, la ansiedad por el desempeño, el miedo a fallar, son sensaciones y sentimientos que sientes durante todas las cosas que haces por primera vez.
Ir de caza por primera vez significa esencialmente unirse a un servicio y disparar el primer cartucho. La experiencia ciertamente representa un gran punto de inflexión en la vida del nuevo cazador, que se encuentra experimentando (en el sentido de la caza) un cambio importante en su vida. Las primeras experiencias de caza, según los testimonios de los propios cazadores, se viven muy temprano, un poco como aquella otra "primera vez". Generalmente, los cazadores profesionales, o aficionados, son hijos o nietos "del arte" que en su adolescencia acompañaron a padres, abuelos o tíos durante sus cacerías. También son frecuentes los casos en los que la primera caza se experimentó durante la infancia, entre los tres y los seis años.
En este caso, los futuros cazadores solo presenciaron la caza y no participaron (afortunadamente) en el uso del rifle. También hay padres que han tenido la osadía de llevar a sus hijos a cazar y disparar su primer cartucho a la muy precoz edad de siete años. Aquí no podemos detenernos en la bondad o peligrosidad de este gesto, que ponemos única y exclusivamente a la conciencia de los padres. Ciertamente, tener un hijo o un nieto viendo un chiste no es negativo, todo lo contrario. Son precisamente estas primeras experiencias las que hacen madurar en los chicos el salvaje germen de la pasión por la caza.
Inicialmente, si los futuros cazadores son demasiado pequeños, la experiencia puede molestarlos o, por el contrario, puede volverse extremadamente estimulante, como recuerda un cazador que ahora tiene XNUMX años. Este último dice que fue a cazar por primera vez con su padre a la edad de tres años y medio. Otro cazador dice, sin embargo, que tenía cuatro años cuando tuvo sus primeras experiencias de caza en compañía de su padre. Fueron experiencias emocionantes, tanto que fue él, de niño, quien se levantó primero por la mañana y esperó a que su padre saliera a cazar. Las primeras experiencias de caza vividas por los cazadores y contadas con sinceridad y pasión en los foros de caza son todas muy emocionantes y apasionantes y revelan el gran amor que se siente por una actividad que no es como se cree, que es negativa o criticable, pero que es la práctica de una profunda pasión por la vida al aire libre y en contacto con la naturaleza. Las primeras cacerías las cuentan cazadores que han aprendido de sus padres y abuelos el respeto por el medio ambiente y por las especies protegidas, la emoción de la espera y la captura de lo salvaje que de pronto aparece y desaparece en un paisaje poco antes, silencioso y desierto. Y nuevamente, los cazadores adultos de hoy repasan los días del sábado o domingo por la mañana que pasaron comiendo bocadillos con sus abuelos o padres esperando a preparar el post, o la salida al amanecer en las mañanas lluviosas, pero aún emocionantes y presagio de grandes esperanzas.
Entre los recuerdos de las primeras experiencias de caza destacan los de caza migratoria, como chochas, tórtolas, tordos y codornices. También se vivieron intensamente las primeras experiencias de caza de liebres. El recuerdo cobra vida en quienes han presenciado de niños (siempre entre los tres y los cinco años) la captura de una liebre que era más grande que ellos. De todas estas primeras experiencias de caza surgieron los cazadores profesionales de hoy. Entre estos, también numerosas mujeres, que, de niñas, participaron en viajes de caza por parte de sus abuelos, padres o tíos cazadores. Baste decir que en Maremma hay unas 200 mujeres cazadoras, mujeres que han desarrollado la pasión por la caza viviéndola dentro de sus familias de origen. Estas mujeres, hoy en día, son cazadoras expertas, saben apuntar y acertar a la perfección en la naturaleza y saben cómo entrenar perros para ser utilizados en diferentes tipos de caza. De las vivencias del pasado llegamos entonces a la primera experiencia oficial como cazador, que tiene lugar a los 18 años, con la obtención de la licencia de caza.
La licencia se obtiene presentando una solicitud al comando de policía o la jefatura de policía competente y superando un examen en el que se debe demostrar conocimiento de las leyes de caza, especies de animales silvestres, regulaciones ambientales y sobre el uso de armas de fuego. El calendario de exámenes lo establecen las oficinas provinciales de caza y pesca. Para ser admitido al examen, se deben presentar documentos que incluyan: dos sellos fiscales, un certificado médico con sellos ASL que acredite la idoneidad para la caza, un certificado del médico tratante, un certificado de estado familiar en papel normal, dos sellos del tamaño de un pasaporte fotografías, una de las cuales autenticada, una fotocopia del alta militar o un certificado de calificación para el tiro emitido por el Campo de Tiro Nacional y una copia de los pagos de una tarifa de licencia del gobierno. Después de aprobar el examen, toda la documentación debe enviarse al comando de policía o al cuartel general de la policía. Cualquier cambio en el procedimiento lo establecen las provincias o regiones individuales. La licencia de caza tiene una duración de seis años, transcurridos los cuales debe renovarse.
El nuevo cazador adulto que obtiene la codiciada licencia sin duda se prepara para vivir una experiencia inolvidable y muchas veces coronada por el regalo del primer rifle de caza.
Incluso si se entrega como regalo, el rifle debe elegirse de acuerdo con el tipo de caza que el joven cazador querrá practicar. Por lo general, es la misma caza que practican los familiares que, para transmitir una tradición, suelen regalar su rifle antiguo o una nueva versión del mismo. Sin embargo, el arma a utilizar debe calibrarse de acuerdo con el peso y la musculatura del cazador. La escopeta, de hecho, debe tener la longitud adecuada para la empuñadura y para asegurar la puntería, lo mismo se aplica a la culata. Este último debe garantizar un agarre y una presión exactos del dedo índice sobre el gatillo. La longitud incorrecta de la escopeta puede provocar errores de alineación del cañón o al apuntar. En todos estos casos es necesario modificar o adquirir un arma de fuego nueva. Para la caza migratoria es recomendable optar por armas superligeras, especialmente para la caza de becada, una caza salvaje que en ocasiones es difícil de identificar en zonas inaccesibles donde se detiene durante determinadas épocas del año. Para la caza menor, utilizan escopetas (escopetas, arriba y abajo, semiautomáticas) que disparan munición rota, es decir, tiro. Para la caza mediana y grande, se utilizan rifles, que disparan munición de un solo disparo o carabinas. Para cazar y disparar por primera vez, también necesita saber qué cartuchos utilizar.
Los nuevos cazadores generalmente prefieren probar suerte en la caza migratoria. Recordemos, entonces, que las municiones con plomo de 8 a 12 son buenas para la caza de becada, preferiblemente de calibre 12. Para las codornices, los cartuchos con perdigones pequeños son buenos: 10, 11 e incluso 12. Para la paloma torcaz, salvaje robusta y Se debe utilizar carcasa, munición pesada o magnum calibre 12, que contenga plomo de 5 a 7. Para los pequeños migratorios (tordo, pinzón, gorrión, cesena, alondra, estornino, mirlo) se utilizan cartuchos de plomo del número 8 al 10, ideal para caza por acecho y para disparos a larga distancia. Para el boceto, donde dispara a una distancia corta, es mejor usar plomo en la numeración que va del 10 al 12.