Antiguas técnicas de grabado manual: grabado Burino
En esencia, no es que cambiemos mucho. En lugar de la punta, que normalmente tiene entre dieciocho y veinticinco centímetros de largo, se usa el buril que no es más que una punta más corta en cuyo extremo se suele fijar un mango de madera para una longitud total de unos nueve centímetros. El sepulturero se sostiene en la mano derecha con el mango alojado en la palma. La diferencia más sustancial, al efecto del resultado, es que la presión para hacer avanzar la punta no la da el martillo sino la mano misma.
Con este último el surco es más continuo porque la presión ya no es intermitente como bajo la acción del martillo sino sobre todo, y esto es más intuitivo que explicable con palabras, hay mayor sensibilidad y el grabador puede obtener efectos más válidos. la mano empujadora es capaz al mismo tiempo de ajustar y modificar cómo y cuánto quiere la presión, la inclinación de la herramienta y su profundidad y rotación en función de cuánto gusto y experiencia lo sugieran. El resultado es casi siempre una obra más ligera (menos profunda) que la realizada en el punto, pero las posibilidades que ofrece al artista son mucho mayores, sobre todo en lo que se refiere al sombreado. Este último ya no se obtiene con el ombre sino con el propio buril.
Evidentemente en el primer caso se ejecutaron varias líneas paralelas mientras que con el buril se ejecutó una línea una a la vez pero esto también actúa a su favor dándole mayor flexibilidad en la ejecución. Dado que el buril se sostiene con la mano derecha, la izquierda tiene libertad para sostener una lupa necesaria para la ejecución de este trabajo: el ojo humano no es suficiente por sí solo. Hemos afirmado que las posibilidades con el buril son muy amplias: bastará mirar los grabados ilustrados para ver qué tan cierto es esto en general y especialmente a la hora de crear claroscuro. Por supuesto, su uso requiere un excelente dominio tanto del dibujo como de la técnica para poder explotarlo al máximo.