Becada pero no solo
Las becadas aman a Bute, es indiscutible. Todo gracias al suave clima invernal que les atrae y que les frena para una parada más o menos prolongada. Para amar a Bute no solo hay becadas sino también cazadores. Por otro lado, el coto de caza es especial, reservado a unos pocos y verdaderos amantes de la reina de los bosques; ofrece una experiencia intensa, agotadora pero satisfactoria.
Para empezar, está la variedad de cotos de caza, pantanosos, montañosos, desafiantes. Permiten al cazador experimentar 4 jornadas de caza diferentes. Los terrenos son difíciles, enfrentémoslo de inmediato, pero difícil en este caso es bueno, porque a los cazadores con C mayúscula no les gusta ganar fácil. Es fundamental ser apasionado y adiestrado, pero también tener perros conectados con el dueño, con buen olfato, con ganas de hacer cosas.
La jornada de caza comienza a las 9 am y continúa hasta las 16 pm; el sol sale tarde y se pone temprano, pero las horas disponibles para cazar en Bute se viven intensamente.
Luego está la sorprendente posibilidad de los encuentros: son frecuentes, numerosos en cualquier condición climática, ponen a prueba a los perros y los empujan a dar lo mejor de sí mismos. Te permiten llevar a casa abundantes morrales que te hacen olvidar cualquier cansancio.
Por otro lado, la mente del cazador de huéspedes en la isla encantada de Bute es un molinete excitado. No solo hay becadas, que ya sería suficiente: ocas, liebres, faisanes y patos son un agradable acompañamiento que da vida a la isla y sus paisajes.
La becada sigue siendo la protagonista: unos mantienen al perro firme, otros están más nerviosos. Los que parecen dóciles, en cambio, acaban resultando ser los más astutos, los más astutos, los inexpugnables, esos por los que merece la pena aterrizar en Bute, los que te obligan a dar lo mejor de ti.
La temporada de caza también es bastante larga y variada: comienza en noviembre y continúa durante todo enero.