“La perdiz vive tanto en seco como en abierto entre las piedras y los acantilados, como en los páramos y en las costas de los montes; tanto el monte bajo como la poda; tanto el castaño de la montaña como el viñedo de la colina. En los viñedos preferentemente se retira al fresco durante julio y agosto; y como además de la frescura encuentra allí suculentos alimentos, siendo muy codicioso de la uva, así se queda allí y regresa mucho después de la cosecha. Búscalo en todas partes, ya que en un sitio montañoso lo puedes encontrar en todas partes ”.
Así que en 1887 Camusso, en su Manual del cazador italiano, habla de Perdiz, y el consejo ofrecido sigue siendo válido en la actualidad. La perdiz, que poco a poco vuelve a habitar los Apeninos, es un ave digna de admirar. Alguna vez fueron numerosos y todos esperan que todavía lo sean. Reconocerlos ciertamente no es un juego de niños, ya que las diferencias entre la pelirroja, protagonista de nuestra historia, el Ciukar (la perdiz de roca oriental), la perdiz gris y la sardina no llaman la atención de inmediato.
Perdiz Roja: El plumaje
Observarlo con atención nos da más posibilidades de reconocer el pájaro con el que estamos tratando. Este es un truco de los viejos cazadores, pero también puede estar bien para los nuevos. En la perdiz de roca el fondo del plumaje es pizarra y se suceden castaños negros, blancos y negros. En el rojo, el color básico es el gris y el blanco, el negro y el castaño se suceden y, por lo tanto, falta totalmente una franja negra. El sardo, en cambio, tiene un cuello marrón, plumas azuladas en la garganta y una especie de doble banda en los flancos y una doble banda negra.
Perdiz Roja: Hábitos
Uno se da cuenta de inmediato de que reconocer a una pelirroja por el plumaje no es nada fácil. Mucho más recomendable es observar el comportamiento que ciertamente no podrá mentir. En comparación con los demás, la pelirroja suele utilizar muchas menos alas. No es un secreto: durante la fuga prefiere recurrir a sus patas. Por otro lado, es bastante astuto, capaz de esconderse si es necesario entre rocas y arbustos, desapareciendo por completo de la vista del cazador y en algunos casos del olor del perro. En las montañas puede arrastrarse por todas partes: entre los matorrales de hierba, entre los arbustos, en las acequias o entre la vegetación en general. Para encontrarlo siempre se necesitan estrategias nuevas y bien pensadas, pero sobre todo es necesario ir acompañado de un animal que sepa hacer su trabajo. Es esta incertidumbre la que hace de la caza de pelirrojos una aventura siempre nueva y fascinante que nunca se cansará.
Perdiz Roja: Vida en pareja
Las parejas se forman a fines de enero, generalmente entre miembros de un mismo vuelo. En este período, el macho defiende su territorio tanto con demostraciones agresivas como con canto, presentándose como un verdadero pretendiente. Hace alarde de su plumaje, despliega su collar para llamar la atención de la hembra y completa el cortejo con un verdadero desfile: el cuello está erguido y el ala colgando del suelo. En definitiva, un espectáculo para ser observado al menos una vez en la vida. Una vez formada la pareja, llega el momento de construir el nido: en la naturaleza no hay otros más sencillos. Es un simple hoyo en el suelo cubierto de matorral que en breve tendrá que guardar de 12 a 16 huevos. La eclosión, realizada exclusivamente por la hembra, dura unos 23 días y la supervivencia de las crías depende especialmente del clima. Si hace frío, la mortalidad será bastante elevada dada la escasa posibilidad de obtener insectos. Generalmente, las crías abandonan el nido inmediatamente y a los 10 días desde el nacimiento intentan los primeros vuelos. Mientras tanto, la madre demuestra ser bastante protectora y en el caso de que un cazador encuentre el nido, a menudo se muestra capaz de distraer su atención, esperando la huida de sus crías y también huyendo, dejando al cazador de piedras.
La perdiz de patas rojas: la caza a la antigua
La caza de la pelirroja nunca es accidental. Una vez que la caza de esta espectacular ave se desarrolló más o menos así: salimos de noche, llegamos al lugar de caza al amanecer y una vez allí fuimos pacientes. Por otro lado, la caza de pelirrojas se hizo primero con las orejas. Detrás de estos, que pueden parecer tópicos, se esconde un sorprendente conocimiento de la naturaleza. Quién sabe si los cazadores modernos saben que la manada al amanecer tiende a reunirse antes que los pastos. En grupo, tranquilizados, los pelirrojos cantan. No es casualidad que se solía decir que si las pelirrojas están ahí, cantan y se hacen oír. El cazador, además, tenía que conocer bien los lugares: inspeccionados cuidadosamente en los días anteriores, fueron leídos por la atenta mirada del profesional. Eran las plumas dejadas en la spollinatura, las huellas en la tierra húmeda, hechas para contar la presencia de la pelirroja en la zona. Ayer como hoy, por tanto, las zonas de caza deben ser estudiadas y frecuentadas mucho antes de la experiencia de caza, dado que el disparo y captura del ave son solo la fase final de un proceso mucho más largo.
Una vez que se encuentra la naturaleza, el bastón pasa a las manos del perro. Al cazador le conviene ir acompañado de un animal astuto y capaz: los pelirrojos son tímidos, escapan con sorprendente rapidez y se mimetizan tan bien en el territorio que encontrarlos se convierte en una empresa casi imposible. También tienen el don de la inmovilidad de ellos: no pocas veces se quedan atrás sin que un perro o cazador se dé cuenta de nada. ¿Todo esto hace que la búsqueda del vino tinto sea difícil y poco apreciable? Lo extraño por nada. Es una experiencia diferente cada día, para ser vivida, contada y recordada.