Mientras tanto, la cacería continúa: habla mi rifle, el de Oscar y Palmiro, mis dos hermanos y con un poco de sorpresa veo a Sirius luchando con una recuperación algo difícil pero que concluye con una sonrisa mía. Noto que aún no se ha adaptado del todo: decido darle un poco de tranquilidad y dejar el campamento de caza.
Sigo un camino cuesta abajo y llego al recodo del río que nos ha acompañado toda la mañana. Aprovecho esta oportunidad para fumar un cigarrillo. Aquí no molestaré a nadie: mi cachorro es curioso y mucho más sereno. Intercambiamos dos palabras: soy yo quien habla, pero parece que me responde con la mirada. Todavía disfruto del paisaje un poco moteado aquí y allá con flores rojas, apago mi cigarrillo, levanto mi colilla y vuelvo a mi camino.
"Sirius" llamo, pero nada. Entonces lo veo, no muy lejos de nuestro rincón tranquilo. Permanece inmóvil detrás de un gran arbusto de rododendro y apunta su primera becada. Sonrío y espero: el viaje realmente da un buen giro.