Es finales de enero. La temporada llega a su fin, los ánimos de los cazadores están impregnados por la emoción por los últimos compases y por los presagios de la nostalgia por el inminente cierre.
Para la última cacería de la temporada estoy en Capalbio, en particular en Capalbiaccio. Como siempre ocurre, los dos momentos mágicos que corresponden a la apertura y el cierre, siempre que puedo, trato de vivirlos rodeado de mis amigos más cercanos. Rápidamente aclaró las formalidades y comenzó a ponerse serio. El destino me da el correo número 37. En el camino que caminamos para llegar a la oficina de correos, el amigo Fabrizio susurra en voz baja "Creo que te va a pasarà el mismo puesto que ocupé allí'el año pasado en esta broma; cubre un buen trote, tiene un'gran vista y para mi è Tuve mucha suerte allí'otros'¡año!Y una sonrisa de satisfacción ilumina su rostro caliente. Fabrizio no se equivocó. Lo que estaba en juego era eso en cuestión y con unos cuantos golpes de garfio consigo crear un hueco en el matorral denso y bajo.
Los mensajes están tensos, los caminos están despejados, las radios están encendidas… falta el verdadero protagonista de la caza del jabalí en la Maremma: el viento. En una vegetación tan densa, donde los jabalíes pueden moverse con seguridad y llegar sin ser vistos a pocos metros de la oficina de correos, las propinas que el viento proporciona a su sensible grifo son verdaderamente decisivas, y el destino de un chiste puede verse influido por un inofensivo. ráfaga. Lamentablemente, como todos los agentes atmosféricos, incluso el viento no es "controlable" y puede suceder que en medio de una cacería nos encontremos en un viento podrido para enviar a pesar de nosotros mismos información olfativa contraproducente a los astutos animales protegidos por los espesos. maleza. Y eso es exactamente lo que sucedió esa mañana a fines de enero. Pero no se preocupe.
Implementamos el antiguo truco de la Maremma: comenzamos a recolectar ramitas y troncos para encender una pequeña fogata cerca de la oficina de correos para intentar "confundir" nuestro propio olor humano con el del humo que produce la madera quemada. SIGUE