Después de aproximadamente una hora, el sonido de la trompeta anuncia el final de la cacería.
Recuperamos los animales muertos mientras los canai intentan llamar a sus auxiliares, y nos dirigimos a la cabaña para el almuerzo habitual que durará hasta el atardecer.
Mientras disfruto del espléndido paisaje del sol que desaparece rápidamente detrás del promontorio del Argentario, recuerdo el espléndido día pasado, el maravilloso tiro del jabalí y me regocijo por el digno final de una temporada de caza.