A la suelta de los perros los canizze no tardan en llegar. Un ladrido lejano pero potente, quieto, anuncia el descubrimiento de un animal: en pocos segundos el concierto se vuelve polifónico, aumentando en intensidad. El animal parece reacio a dejar la lestra, ante los aullidos de los perros el líder Alessio grita en la radio "¡Deténgase! ¡Le dio a los perros! No estoy lejos, ¡intentaré ir allí!". Cuando Alessio se acerca al escenario de ladridos y aullidos, el animal se va y las voces de los perros lo siguen en su ruta. "Desfiles...desfile!!”Se escucha en la radio. Desfila como un loco, pero es el viento el que decide la trayectoria del animal en fuga: sin acercarse lo más mínimo a la oficina de correos, hace un amplio círculo alrededor de los cazados, reuniendo consigo a casi todos los perros sueltos. En oleadas, el grupo ruidoso y lleno de adrenalina recorre la línea de las oficinas de correos. "¡Yo recomiendo! Tiene a todos los perros detrás: si pasa este jabalí los saca a todos y ¡adiós! Soldado americanoà un perro yo è volvió dividido! "¡Soy un jabalí si lo detienes hace un tritello!". La voz emocionada de Alessio llega a los auriculares de todas las oficinas de correos.
En las siguientes vueltas que da el animal, su trayectoria se estrecha alrededor de los postes, hasta pasar frente a mí. Desafortunadamente, su paso está mucho más allá de mi línea de visión, y en el corredor frente a mí solo puedo vislumbrar a algunos de los siguientes perros. Inmediatamente después de pasar mi puesto hacia el de Fabrizio, a mi izquierda, el jabalí hace un giro brusco hacia la línea del puesto: el animal finalmente ha decidido por dónde abrirse paso. Recojo el rifle y al mismo tiempo veo a Fabrizio tomar el suyo. Con su vista favorable Fabrizio ve al animal delante de mí y en el breve instante en que lo vislumbra, estalla un tiro.
El jabalí continúa su carrera, se revela entre la escoba de carnicero frente a mí y “¡Bam! ¡Bam!" con dos tiros cerrados puse fin a la agotadora carrera del gran jabalí. Mi segundo disparo dio en la cabeza del animal, electrocutándolo en el acto... ¡y por suerte! Porque en un santiamén casi una treintena de perros alcanzan al jabalí aún humeante, lo muerden y gruñen como sancionando su merecida venganza contra la codiciada presa. SIGUE