Caza: Zorzales y palomas torcaces son sin duda los protagonistas del evento migratorio que año tras año, por una eternidad, ha afectado a casi todas las regiones de nuestro país de norte a sur, estratégicamente estiradas entre paraísos de anidación y cálidas costas invernales.
Texto y fotografías de Pierluigi Mugellesi
El sutil placer de esperar
Numerosos aficionados aguardan tordos y palomas torcaces en la puerta, en puestos pensados para poder utilizar los señuelos, jaulas y palomas, que les inducen a desplazarse a la distancia de tiro adecuada.
Sin embargo, el paso encaja perfectamente incluso para el cazador inexperto, tanto es así que creemos que podemos decir que la técnica más utilizada por nuestras escopetas locales para poder socavarlas durante el viaje otoñal está representada por el llamado "correo". la caza, una disciplina que fascina por el ambiente especial, por la frecuencia de las matanzas y por la irresistible atracción de la volea.
Es una "tradición" que floreció en las décadas de XNUMX y XNUMX, y luego experimentó una reducción con la aplicación de las restricciones previstas por la ley marco nacional. Así que, como todas las formas tradicionales de caza, tiene una historia que lamentamos regularmente, pero afortunadamente también tiene un presente que la hace todavía practicable y, a veces, llena de emociones fuertes. Hacia finales de septiembre, el apasionado cazador de migratorias, y especialmente de tordos y palomas torcaces, se pone en fibrilación, comienza a consultar los informes meteorológicos, olfatea el aire para advertirte del inconfundible sabor de la temporada que pasa. Sus incursiones en la armería se hacen cada vez más frecuentes, y como en realidad ya tiene todo lo necesario para acoger dignamente a las codiciadas aves, son más bien el pretexto para encontrarse con los numerosos compañeros enredados por su idéntico frenesí y entablar discusiones repetitivas con ellos. , casi litúrgicos, que conocen en todos los aspectos de un rito propiciatorio.
Entonces, una tarde, cuando parece haber llegado el momento oportuno, mira por una ventana, frío, para contemplar el centelleo de las estrellas iluminadas por el tenso aliento del viento del norte y las negras sombras que parecen magnificar las siluetas dibujadas. por los árboles contra el azul intenso de la noche. Las ráfagas de viento, penetrantes como las afiladas espinas de los enebros, traen a su olfato un olor nuevo pero bien conocido. Es el olor acertado, una especie de espejismo olfativo del norte, el que presagia de inmediato la incierta iluminación de un claro día otoñal. Mirando por esa ventana, espera que el "ruido" monótono del silencio tranquilo y surrealista de la noche se desvanezca gradualmente y agudice su oído para captar su voz ... una voz inconfundible, el entrelazamiento de un susurro espeso y chismoso en el fondo ... el zirli metálico de los zorzales, la voz aguda de nuestras noches de cazadores.
Es un concierto mágico, donde los esquivos instrumentos, escondidos y engullidos en la oscuridad, resuenan remotos en la distancia y luego de repente nos pellizcan cerca, tanto que parece imposible no poder verlos; y finalmente vuelven a perderse tímidos y distantes, desapareciendo tras la llamada inefable, pero imperiosa, de un horizonte misterioso. Suelen ser voces a dúo, diálogos incomprensibles pero apasionantes de compañeros de viaje invisibles. A veces, en cambio, son zirli solitarios y melancólicos, débiles lamentos de desconcertados rezagados. Y sin embargo se suceden sin cesar, según ritmos ahora cansados, ahora excitados, a veces intercalados con pausas que dejan a uno en suspenso, esperando ansiosamente la próxima toma; y cada voz parece tener su timbre particular, cada zirlo parece ser la nota justa de una melodía ininterrumpida de la naturaleza, que cautiva irresistiblemente, que alimenta una descarga incontenible de adrenalina, la que empuja al cazador a partir por la noche. esperar el milagro del amanecer en la cerradura, pero sin límites, oasis verde de su puesto.
En este microcosmos que se asoma al infinito, llega finalmente el primer sberlume de la temporada y con él el primer desplazamiento de zorzales y mirlos. Luego, con las luces que hacen plena evidencia de las formas que lo rodean, su mirada se vuelve un poco más alta, para sorprender los vuelos regulares de los turdidae que entran, sin ese frenesí que caracteriza el caótico momento del amanecer. Ahora ya no te quitas los brazos, pero puedes apuntar con calma. Finalmente, habiendo picado una hermosa serie de «mezzefini», plomo 8-10, comenzamos a tener a mano las cargas más pesadas, las que se utilizarán cuando el paso de los zorzales sea seguido por el de las palomas torcaces. Eso sí, para llegar a ellos no bastan barriles largos con la boca ahogada y cartuchos magnum (que, a nuestro juicio, deberían ser ignorados para una caza que en todo caso debe contemplar el respeto a la naturaleza); En cambio, el clima, y en particular Aeolus, debe ser favorable y bajar las bandadas para hacerlas posibles incluso para aquellos que no pueden contar con la ayuda de cimbelli y volantes.
En definitiva, este sería un día típico, ideal, para el amante del correo, pero todos sabemos bien que generalmente al inicio de la historia migratoria no todas las condiciones antes mencionadas ocurren al mismo tiempo. Comenzará con un día decente para los zorzales, luego pasará el bueno para los palomas ya mediados de octubre podemos esperar encontrarnos con un buen día para un poco de todo. El debut, sin embargo, está invariablemente lleno de candidiasis. En este sentido, antes de que el paso se "rompa" de manera decisiva, quienes conocen bien a los amigos bottacci desde hace unos días habrán comenzado a frecuentar la oficina de correos con asiduidad, pues estas aves permiten algunos pequeños movimientos con anticipación, y desde el último Los días de septiembre las primeras horas de la mañana dan alguna satisfacción esporádica. Generalmente son los contingentes de aves que han anidado en el norte de nuestro país o incluso en las zonas más altas de las regiones centrales. Pero ya para la primera semana de octubre se espera la primera ola de ritmo constante. Es poco probable que la década inicial de octubre no conozca un día de intenso flujo de aves, al que luego sigue un tren en el que se enrarece el paso hasta el primer cambio de clima o bajada de temperatura. En definitiva, para los aficionados a la caza del zorzal desde el poste, la primera regla a respetar es la de la constancia: renunciar a una salida por desconfianza puede suponer perder una oportunidad irrepetible.
La magia del sberlume
Llegado el momento, los zorzales comienzan a moverse, y desde este punto de vista presentan diferencias con respecto a las palomas torcaces, que retrasan la migración hasta que las condiciones climáticas no son las ideales. Bottacci y mirlos no: ha llegado su hora, comienzan a moverse y nos toca a nosotros estar listos para esperarlos en la puerta. Aparte de la temperatura (cómo no notar los cambios climáticos que han afectado a la primera parte del otoño en los últimos veinte años, pasando octubre de un mes semiinvierno a un mes semi veraniego), el clima sigue importando mucho. , no tanto por el paso de las aves como por la elección del lugar de caza. Los zorzales no son muy sensibles a las condiciones meteorológicas prohibitivas, tanto que algunos de los mejores días de paso que recuerdan los cazadores suelen ser los que se caracterizan por la precipitación, cuando la lluvia cae de manera constante en ausencia de viento o en presencia de una ligera brisa. En definitiva, si las palomas torcaces se anticipan a la perturbación o esperan a que pase (es decir, quieren que se agudice el buen tiempo para moverse con total tranquilidad), el tordo por el contrario, cabalga a menudo y de buen grado la buriana, a menos que vaya acompañado de fuertes vientos marinos como el libeccio y el ponente. Pero el siroco ligero y húmedo los tienta a moverse nada menos que el viento del norte. Eso sí, es necesario de vez en cuando evaluar dónde conviene esperarlos, ya sea en la franja costera o mejor dicho en el interior, días en los que la suerte sonreirá a los compañeros mejor posicionados para esas particulares condiciones meteorológicas. Pero en general, la madre naturaleza y el hijo de la candidiasis logran complacer a todos en el mes y medio "acusado". El corazón de octubre, desde el quince hasta el final del mes, representa el período en el que en la oficina de correos se puede encontrar una fila continua de días favorables, con aves que se mueven en pequeños grupos de tres a seis individuos, hasta diez. de la mañana, alimentando en los puntos estratégicos de tránsito esa reyerta que no tendrá forma de repetirse durante la temporada de caza. Quien quiera aprovechar una jornada de caza de zorzales y mirlos no puede ignorar una regla fundamental: levantarse temprano y estar preparado, antes del amanecer, en el lugar de caza.
El motivo es simple: para estos pequeños animales salvajes alados el momento de la salida matinal es sin duda crucial y el verdadero entusiasta sabe lo importante que es aprovechar no solo por la bolsa de juego sino, o quizás sobre todo, por las intensas emociones que conlleva. en ese corto lapso de tiempo puedes saborear. Los primeros disparos se realizan cuando la luz aún lucha por apoderarse de la oscuridad. Para algunos, son las tomas más emocionantes. Compartimos esta impresión: la satisfacción de poder abrazar una sombra fugaz que en unos momentos se nos escaparía de la vista es realmente grande; sin embargo, en el caso de que las cacerías se realicen desde postes colocados a nivel del suelo, estos disparos pueden resultar muy delicados y requieren que el cazador esté completamente tranquilo para poder evaluar en un instante si es apropiado sujetar y hacer fuego. o más bien darse por vencido para evitar poner en riesgo la seguridad de los demás. De hecho, en la oscuridad, los pájaros zumban a la altura de las hojas que, en el caso del matorral mediterráneo costero, corresponde exactamente a la altura del hombre. En cualquier caso, el período de tiempo en el que el bosque, como por milagro, parece sentir el irresistible frenesí del despertar, es siempre breve, como si sus criaturas tuvieran que apresurarse para moverse antes de que asomara el sol. La concentración debe ser máxima, la mente debe estar libre de todos los pensamientos, el ojo debe estar fresco, alerta y móvil, y las capacidades sensoriales tienden a la agonía. Debe haber solo el estrecho horizonte de luz sobre el follaje y nuestros nervios, listos para disparar a la menor oportunidad. El disparo será siempre reactivo, instintivo y de puro vigorizante, motivo por el que el segundo disparo apenas tiene tiempo y forma de explotar.
El jab suele estar dirigido al punto donde existe la sensación instantánea de haber interceptado el objetivo, sin ningún cálculo previo y quizás con la única precaución de ser encontrado por el juego ya parcialmente encajado en la dirección del segmento de cielo donde las chances de verlo lanzarse son más altos, pero aún están listos para hacer una rápida rotación del torso. Entonces los zorzales comienzan a transitar a gran altura, y luego, además de estar equipados con un medio válido de recuerdo (por boca o manual, si no tienes jaulas), el respeto por la mímica se vuelve fundamental si quieres poder para aprovechar al máximo las oportunidades que los pájaros querrán brindarnos durante las próximas dos horas. Es el momento en el que los cazadores, después de ver los pequeños puntos negros que se acercan en el horizonte, están llamados a realizar, con la elección correcta del tiempo, los clásicos disparos: los que se anticipan en el tiempo, esperando que los pájaros no lo hagan. cambiar de dirección repentinamente, que algunos tiros no llegan y quitan la emoción codiciada, los razonados que prueban la puntería, los que deben llevarse a cabo solo cuando la distancia del blanco es la adecuada, esos, finalmente, imposibles de equivocar y que sin embargo no pocas veces nos dejan asombrados, desencantados, con un sabor amargo en la boca y el loco deseo de compensarlo cuanto antes.
Volando en la espuma de las olas
Luego vienen las palomas torcaces. Hay quienes tienen la oportunidad de cazarlos en lo alto y quienes, como nosotros los toscanos, sobre todo junto al mar. También seremos parciales, pero hay que decir que la caza de estos migrantes adquiere un encanto particular cuando el azul profundo del mar es el fondo del paso de las bandadas además del azul del cielo. Todos los gustos son gustos, y es natural que cada uno de nosotros tenga especial cariño por nuestra tierra y "sus" paisajes. Paisajes que evocan sensaciones, sensaciones que recuerdan temporadas pasadas, viven solo en esa parte instintiva de la memoria que representa el núcleo duro de nuestra identidad. En lo que a nosotros respecta, son muchos los kilómetros de costa toscana por los que el verde de la colina se pierde en el azul intenso del mar, más o menos suave, siendo precedido por finos sepulcros y orillas arenosas, pero también abruptamente, sumergirse en él precipitadamente con sus hombros rocosos sobre los que, hasta los últimos metros, se posan los tupidos matorrales del matorral mediterráneo. El promontorio Argentario o Punta Ala, en la zona de Grosseto, así como, moviéndose un poco más al norte en la zona de Labron, el promontorio piombinés que une Salivoli Al passo dalla "posta" En vuelo entre la espuma, cae en este tipo de costa del oleaje en Populonia y, finalmente, el litoral que va de Castiglioncello a Livorno, en la localidad de Marroccone, pasando por Quercianella y Montenero. Aquí el paisaje aparece marcado por estrechas y profundas bocas perpendiculares al litoral, que se suceden ininterrumpidamente y que los acantilados de Romito y Calafuria y, más allá de la garra sobre la que se destaca clara e imponente la silueta de Castel Sonnino, los de Campo Leccano y delle Forbici, apenas parecen contener. Sabrosos acantilados de sal y un cóctel embriagador de sabores arbóreos: sobre todo en octubre un olor fuerte y penetrante de enebro. No es casualidad que en el pasado tuviéramos que titular nuestra intervención sobre la caza de palomas "palomas bravas", pues hace años los cazadores locales, en tiempos de grandes azotes, no dudaron en colocarse cerca del mar para socavar las nubes de palomas torcaces totalmente a merced de los elementos y por tanto completamente vulnerables.
Incluso hoy, los primeros buenos lugares de caza para el palomas (mientras el viento sople fuerte) están a tiro de piedra del azul del mar, tanto que no es raro ver a un pájaro herido terminar en los remolinos cuando el viento sopla con violencia. En estos lugares, donde reina la vegetación arbustiva, la caza del paso ha hecho historia, y en la época en que aún no existía el ATC y otras limitaciones, era habitual presenciar en octubre la colonización cinegética de la costa labroniana por brigadas. de lado a lado de Lucca, Pistoia y Florencia. Después de todo, es inútil negar que estos fueron otros tiempos en muchos aspectos: especies de caza y condiciones climáticas en primer lugar. Y era obligatorio para todo migrador empedernido, viviera donde viviera, zarpar hacia el mar en un intento, y de hecho con casi absoluta certeza, de interceptar aves migratorias que, en su largo viaje, sostenían en masa las continuas corrientes. de aire que sopla desde los cuadrantes orientales, agudizando su vuelo a lo largo de la costa del Tirreno. Se trataba de cazar en el mar: un frío intenso, un fuerte olor a polvo quemado, un continuo crepitar de cargas de plomo que volvían a caer al suelo después de unos buenos disparos. Y luego, para calentar o disfrutar de un frugal, pero delicioso desayuno a base de carne seca o embutidos, se encendían algunas hogueras aquí y allá, y las brochetas hechas con las ramas secas del cajón afiladas con un alfanje al costado del tenedor. Finalmente, el regreso a las máquinas, con la cartuchera aligerada más allá de lo imaginable, y con la grata carga de un buen manojo de pájaros al costado, amarrados al usurero en cuero o cuerda. Y en la calle, en el gabbriccio de senderos cavados en medio del green, el hallazgo de la presa ajena, caída y no recuperada, y de unos heridos que acabaron ilesos en el aviario, siempre que el cuidado empírico del corazón tierno de guardia, a menudo peor que el mismo disparo. Pero qué colorido era ese bolso de juego. Había un poco de todo porque entonces todo podía estar ahí. Y había algo para todos. A finales de mes, a veces incluso antes, la pelea había terminado. Lo que tenía que pasar había terminado, y la cita se pospuso para la temporada siguiente, cuando la ola abrumadora de la variedad de personas migratorias volvería, invariablemente, a asaltar los tallos rocosos de nuestro amado mar Tirreno.
Hoy en día, la caza en el mar todavía tiene una forma de practicarse; de hecho, cuenta con muchísimos eruditos, pero sin duda parece muy diferente de sus vestimentas pasadas. El significado le sigue dando el paso de las palomas torcaces, aunque desde el punto de vista medioambiental las cosas han cambiado radicalmente. La pasada temporada, con un octubre demasiado frío y marcado por continuos y furiosos vientos del noreste, fue una excepción en el contexto de los últimos veinte años (¿dónde, además de octubre de 2009, esos vientos que hacen del mítico pájaro azul? que durante tres días seguidos obligó a las grandes bandadas a frotar la espuma del mar y el pelo erizado de los enebros?). Y si para la caza de palomas desde el poste junto al mar es imprescindible poder contar con la presencia de corrientes de aire bastante sostenidas del noreste, nadie escapa a cómo estas, que alguna vez representaron la regla, se han enrarecido mucho. Así, por regla general, el grueso de las aves pasa por el interior y sobre el mar en la mayoría de ocasiones lo único que queda es "chuparse los dedos".
Además, el paso de las palomas aparece pospuesto y "barajado", en el sentido de que los quince días entre finales de septiembre y principios de octubre están ahora perdidos, completamente infructuosos, y el paso en sí, desde el momento en que se "rompe". , conoce pausas repentinas y prolongadas, que provocan que parte de las aves se muevan a finales de noviembre. En definitiva, antes era casi seguro que durante veinte días en el mar habría diversión sin parar, hoy ya no es así. Ahora perder un día auspicioso significa perder una de las pocas oportunidades que se nos otorgarán para ese año, en el peor de los casos incluso la única.
… Leer el artículo en formato PDF extraído de DIANA N ° 19/2010