La libertad de expresión es la base de una sociedad democrática, es garantía de enfrentamiento y opinión pero la frontera con la calumnia y la ofensa es siempre muy difusa. Una valla publicitaria, publicado por los habituales activistas por los derechos de los animales en Sant'Eufemia el lunes pasado, está causando revuelo entre los cazadores de Brescia; además de las habituales frases obvias de crítica a la caza tiene como trasfondo dos gigantescas manos ensangrentadas, incluso goteando sangre. La foto recuerda más el trabajo de un carnicero, en Brescia lo llamamos "masadur" pero evidentemente en la mente de los clientes la foto debe representar de alguna manera, en nuestra opinión muy imaginativa además de ofensiva, la caza. Son los delirios habituales de quienes han puesto la mira en todos los sentidos la abolición de la caza y persigue el objetivo en todos los sentidos, lícitos, ya que imaginamos que la valla publicitaria ha sido autorizada por las oficinas competentes del municipio de Brescia, y menos lícitos, como la calumnia.
Y estas asociaciones de bienestar animal persiguen sus propios objetivos gastando buen dinero, los suyos por caridad, pero de una manera totalmente egoísta precisamente, porque tienen un solo objetivo que perseguir, que alcanzar. El mundo de la caza, Federcaccia y las demás asociaciones de Brescia, por otro lado, gastaron su dinero, mucho, para apoyar las instalaciones de salud de Brescia y Lombardía en marzo en plena pandemia y los cazadores italianos donaron casi dos millones de euros de los Alpes a Sicilia mientras las asociaciones de bienestar animal y medioambiental pedían dinero al Estado porque el número de registros se había derrumbado de forma ruinosa.
Aquí están los activistas por los derechos de los animales, porque no tendrán una vida fácil contra nosotros: porque estamos en la sociedad civil, somos parte de eso, tenemos nuestras fortalezas y nuestros defectos como todos los demás, estamos tratando de evolucionar pero seguimos siendo una parte integral de la sociedad de Brescia y Lombardía. Este concepto también debería ser más claro para los muchos funcionarios de ministerios, oficinas regionales e incluso algunas otras instituciones: somos una parte importante de nuestra sociedad. El único sentimiento que nos invade cuando pensamos en la caza es el orgullo de ser cazadores y la única emoción que nos lleva de la cabeza a los pies es la pasión. Gasta todo el dinero que quieras en vallas publicitarias, incluso haz comerciales en radio y televisión pero al final todos tus esfuerzos serán en vano porque en la sociedad civil estamos ahí, en mil arroyos, con miles de nuestros suscriptores que en una miríada de formas se hacen agradar.
Algunos cazadores se quejan y se preguntan por qué las asociaciones no han hecho nada para evitar la publicación de estos carteles. En primer lugar, las asociaciones de caza no tienen deberes de censura y no se ocupan de los espacios publicitarios. Segundo punto, ¿cómo podríamos haberlo sabido de antemano? Tercer punto ya hemos preguntado oficialmente si los carteles cuentan con todas las autorizaciones y nuestros abogados están evaluando si existen motivos para proceder legalmente visto las imágenes ofensivas. Pero el sonido no cambia: los activistas por los derechos de los animales gastan dinero para criticar y atacar la caza y los cazadores gastan dinero para donar equipos a hospitales, voluntarios de ambulancias, quien sufre.
Y seis cazadores pudieron, pero necesitamos los fondos y no las palabras de los teclistas socializados habituales, para llevar a cabo iniciativas de reurbanización del hábitat tendríamos formidables ejemplos concretos a disposición de todos los ciudadanos de cómo se puede mejorar el medio ambiente y cuáles son las causas objetivas del empobrecimiento de las especies y los medios naturales. Pero requiere un gran esfuerzo por parte de todas las asociaciones de caza, algunos de los cuales, en cambio, están comprometidos en todos los sentidos a desacreditar a los colegas para aumentar en unos pocos miembros. Federcaccia ya ha formulado propuestas, ya hemos dicho lo que puede ser un proyecto para pasar juntos sin perder la identidad.
Unos pocos euros por cazador serían suficientes y podríamos recuperar una gran satisfacción tanto hacia los defensores de los derechos de los animales como hacia esa burocracia que continuamente se opone traidoramente a la actividad de caza. Solo se necesita una fuerte voluntad compartida: juntos, todos los cazadores aún pueden decir mucho, aislados y divididos, siguen siendo solo maestros de los teclados de sus PC y teléfonos inteligentes y poco más. Por encima 50.000 cazadores lombardos unidos no bajo una bandera sino por un proyecto concreto y compartido, podrían tener un impacto decisivo, fuerte y autoritario. ¡Superemos juntas divisiones inútiles y banales y centrémonos en luchar contra los que se ríen hoy por haber expuesto un cartel de mal gusto!