Los recuerdos de caza rara vez se desvanecen, unen amistades y son los protagonistas de numerosas veladas entre cazadores. Esto también, que habla de tres amigos en busca del urogallo, debe haber fascinado a muchos cazadores.
¿Has oído hablar del urogallo negro? Cuando mi padre me lo contó lo llamó urogallo negro, y en sí mismo tiene el carácter de los montañeses, solitarios, orgullosos y fuertes. También soy montañista, nací en un pueblecito cercano a Sondrio y aquí la caza es ante un desafío dominical entre el hombre y la naturaleza, la vida y la supervivencia. Por eso los mayores de mi familia siempre le han tenido respeto, lo mismo que sentían al cazar un urogallo. Hasta los 16 años había visto pocos y de lejos.
Digamos que no me interesaba tanto la caza como la caza y solo lentamente saboreé el sabor de la naturaleza y los días pasados en la montaña, solo con ellos, como mucho con algunos compañeros de caza. El mío es Mario, mi primo que comparte conmigo la pasión y el amor por nuestras montañas y por el arte de la caza. A menudo vamos, cuando está en temporada, a cazar urogallo negro y el día que quiero contarles fue realmente inolvidable. Imagínese la maravilla de los Alpes lombardos, cubiertos de nieve y silenciosos, fríos y austeros y dos amigos en busca del urogallo negro. La belleza de la caza para dos es que, si a tu compañero le encanta charlar, puedes escuchar y contar muchas historias divertidas. Mario es un narrador nato, y cuando llegamos al pabellón de caza, me brindó maravillosas experiencias de caza en Rusia, África y Europa.
Cuando llegamos a nuestro destino, preparamos el equipo, comimos algo y descansamos unas horas para prepararnos para la cacería del día siguiente. Estábamos emocionados como dos niños, siempre lo estamos la noche antes de la acción.
Esa noche me obligué a dormir lo más que pude ya que el despertador sonaba a las dos de la mañana, y para mi sorpresa cuando desperté Mario ya estaba despierto esperando la hora X. Tomamos un buen café y trajimos con nosotros un pequeño refrigerio. Menos de una hora después de despertarnos partimos hacia el coto de caza a unas horas de distancia por carretera. En el camino, como de costumbre, conocimos a un simpático cazador que vive en la zona. Imposible no preguntarle sobre la presencia de gallos. “Con toda esa nieve”, nos dijo, “será difícil escuchar la canción”, pero mientras estuvimos allí, era imprescindible continuar. Llegamos al galpón, organizado la noche anterior por Franco, antes del amanecer y el espectáculo es uno que deseo que todos admiren al menos una vez en la vida. Ni siquiera tuvimos tiempo de ordenar nuestras cosas y tomar una posición de que las primeras gallinas comenzaron a cantar canciones de amor, revoloteando sobre nuestro cobertizo. Los tres nos dimos cuenta de que era un momento particularmente delicado, tanto que incluso el más mínimo ruido habría bastado para asustarlos. Pero no, el silencio era absoluto y ya casi no sentíamos frío. Pronto llegaron los machos, atraídos por la canción. Llegó en dribs y monótonos, con saltos poderosos y participó en majestuosos combates en el aire. Era como estar en medio de un documental. “Por suerte me llevé mi cámara” pensé, porque tan cerca y tan hermosa estaba segura de que nunca los volvería a ver. Fue sobre todo el contraste entre el negro, el azul y el rojo, contra un blanco cegador de la nieve lo que hizo que el entorno fuera mágico. Lamentablemente en ese momento me fue imposible abrir mi mochila para buscar mi teleobjetivo, el éxito de todo el día habría desaparecido y ciertamente no quería escuchar a Mario y Franco ...
Ese día, sin embargo, Mario pensó en romper la magia, quien en un intento por quitar el seguro y disparar despertó las sospechas de la hembra de urogallo negro que en poco tiempo voló a otra parte dejándonos con un sabor amargo en la boca. Mario nos miró un poco desconsolado, mientras yo aprovechaba para sacar mi cámara de mi mochila con una vista de cinco estrellas e inmortalizar unos gallos a varios metros de nosotros para ser cazados. Solo después de una hora de espera llegó una deliciosa sorpresa. Un maravilloso macho adulto se deslizó hacia nosotros, mostrando su maravilloso tenedor. Aún recuerdo que caminaba cauteloso sobre la nieve, emitiendo silbidos característicos y para mostrar su fuerza hacía vibrar el plumaje moteado de azul de forma amenazadora. Era un hermoso ejemplar. Me quedé admirándolo por unos momentos antes de tomar el rifle pequeño y enfocarme en un objetivo particularmente difícil dada la distancia. Normalmente en estas situaciones utilizo pequeñas bolas de 5,6 mm.
Mientras apuntaba calculé la distancia, la bola utilizada, el ángulo de sitio, la calibración y al final puse el dedo en el gatillo. Podía escuchar a mis compañeros mirándome tenso y emocionado por la dificultad del tiro. Por su parte, el urogallo negro no quiso quedarse quieto, el suyo era un baile lleno de acrobacias verdaderamente sugerentes. Se detuvo después de una maravillosa bóveda y supe que ese era mi momento. Disparé sin dudarlo, llevándome a casa un maravilloso ejemplar de urogallo negro y recuerdos imborrables.