Mayo de 2015: ¿Cuántas veces hemos escuchado la misma pregunta: "pero por qué eres cazador?" Hemos dado muchas respuestas y todas son sensatas, pero quizás hubiera bastado con decir a todos los que nos han hecho más o menos de buena fe la pregunta: “Soy cazador porque pertenezco a la especie humana.
¿Deberías explicarme por qué no lo eres? " El instinto de caza pertenece a toda una parte del mundo animal de manera esencial: los llamados depredadores y nosotros como hombres somos parte de esa mitad del reino. El progreso, el bienestar, la civilización han embotado el instinto de caza en algunos, pero el hombre como cazador comparte exactamente ese momento en el que la presa es capturada con el halcón, el león o simplemente con el gato doméstico. Estoy convencido de que cuando el cazador decide apretar el gatillo o disparar la flecha siente exactamente la misma emoción que el león cuando salta y hunde sus garras sobre el antílope, o el halcón en picada que atrapa a la paloma en vuelo. Ese momento es el mismo para todos los cazadores.
La especie animal homo sapiens, sin embargo, además del instinto, también posee pietas. Este último es el precio que ha tenido que pagar nuestra especie para mantenerse en lo más alto de la cadena alimentaria. A diferencia de otros depredadores, sufrimos remordimientos por matar a otro ser vivo. A lo largo de los siglos, el hombre siempre ha tratado de exorcizar el miedo a la muerte. Lo hizo de las más variadas formas: ahora exaltando el coraje, ahora ofreciendo sus víctimas a los dioses como sacrificio. En todos los pueblos antiguos y modernos existen ritos de iniciación, con los que se pasa de joven a adulto, de principiante a experto, a través de los cuales uno se convierte en "hombre". El bautismo del cazador no es otro que uno de estos ritos que el hombre ha inventado para dar nobleza a la actividad cinegética. Las reglas, los diversos códigos éticos, los rituales y las fórmulas que cada cultura, cada región del mundo y cada pueblo han desarrollado contribuyen a transformar una actividad primordial como la depredación en el noble arte de la caza. Por otro lado, todas las grandes religiones de la tierra admiten la caza siempre que se realice de forma natural. Algunas poblaciones africanas para admitir a un joven en la sociedad y otorgarle plenos derechos, incluido el de casarse, requieren que el novato demuestre su coraje y habilidad para cazar.
El estatus social de los diversos individuos en otras sociedades "primitivas" viene dado precisamente por la habilidad mostrada en la caza. Pero la pregunta de hoy es entender si en nuestros días y en nuestro modelo cultural y social sigue siendo útil seguir las reglas y ritos de comportamiento que la tradición de la caza nos ha dado en una perspectiva de caza moderna. La respuesta a esta pregunta, en mi opinión, es ciertamente sí. No hay duda de que muchas, demasiadas cosas han cambiado en nuestra sociedad, en el mundo en el que vivimos y, por tanto, también en la caza. La necesidad de obtener proteínas para nuestra dieta ya no es la razón fundamental por la que vamos a cazar, pero existen otras razones, nuevas y quizás no menos importantes. Pienso en la gestión del territorio, en el equilibrio de especies, pienso en el mantenimiento de los entornos naturales y la salvaguardia de la salud de la fauna. Sin embargo, junto a estos nuevos retos que nos ofrece la caza moderna, no hay que olvidar los valores culturales de la mejor tradición cinegética. Hoy en día, ser cazador significa pertenecer a una especie de club, un club exclusivo pero al mismo tiempo constantemente bajo el arma de una parte de la sociedad que ha perdido todo contacto con el mundo rural y puede ser fácilmente adormecida por la constante propaganda de la sociedad. -llamados activistas por los derechos de los animales.
Por todo ello, todo cazador debe seguir siendo un modelo social, una persona que logre mantener vivas las mejores tradiciones culturales de la caza combinándolas con las nuevas necesidades ambientales. En esta sociedad moderna el cazador deben ser los señores del campo, aquel que conoce a fondo el entorno en el que se mueve y lejos de dañarlo es en cambio un acérrimo defensor. Solo así creo que podemos presentarnos con la cabeza en alto ante la opinión pública y reivindicar con fuerza los motivos de la caza, una actividad cada vez más actual y moderna. Y fíjate, no me refiero a una caza romántica, noble o, peor aún, a un privilegio de unos pocos. Me refiero a la caza de todos, de la caza de grandes ungulados así como de pequeños migrantes, todos en igual medida con la misma dignidad y los mismos valores. Se acabaron las épocas de la caza del “robo”, en la que había que retirar lo máximo posible porque los recursos naturales parecían infinitos, ahora tenemos que trabajar todos los días del año para cosechar las recompensas dejando intacta la capital. Estos son los valores que tenemos el deber de transmitir a nuestros hijos con la esperanza de que puedan vivir una mejor temporada social que la nuestra. Buena suerte a todos.
Federico Cusimano